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a.C y d.C.

A veces me acuerdo del día en que te dije que no eramos suficiente. Que yo creía tener lugar en tu cabeza pero terminé a tus pies, y ese no era lugar para mí. No este año.

Me acuerdo muy mal de ese día, realmente. No sé qué ropa traía puesta, o qué tan largo era tu pelo. No me acuerdo siquiera qué día de la semana era. Pero me acuerdo muy bien.

Me acuerdo bien que dejé de respirar por unos segundos, que algo que estaba en mi pecho se sintió caer hasta el suelo. Me acuerdo bien que me envolví en tus cobijas, arañandolas, como para quedarme con hilos de tí. Me acuerdo que no me paré de tu cama por horas, que sentía que mis piernas no me iban a poder sostener.

Me acuerdo de haber aprendido un mes después que los míos fueron síntomas de un ataque de pánico. Me acuerdo que por primera vez entendí porque le llaman roto al corazón que se despide sin haberse despedido todavía.

Me acuerdo que por 15 horas me olvidé de comer. No estaba dormida, pero algo dentro de mí estaba en coma.

Me acuerdo de los pros y los contras, de las racionalizaciones. Mis intentos desesperados por hacer sentido, por inventarte excusas. Me acuerdo de la sensación de vacío al darme cuenta que no había manera de salvarnos si me quería salvar yo. Recuerdo el breve instante en que me sentí orgullosa de mi misma: I love you, but I love me more, diría Samantha. Y dije yo.

Me acuerdo del presentimiento irracional – pero no por eso menos convincente – de muerte inminente. Me acuerdo de la manera tan cruda en que toda mi energía se escapó de mi cuerpo, de cómo mi cabeza peleó duro por quedarse en su lugar. Y no pudo quedarse, a pesar de mis mil intentos por crear escenarios en los que quedarme ahí fuera la mejor idea.

Nunca lo fue, y yo lo sabía. Pero aun así, me acuerdo de como mi cuerpo no encontraba manera de salir del enredo de tus sábanas. A veces pienso que no he logrado salir todavía. [“My heart does not know the best route out of your place. It doesn’t even know how it got there, or when.”]

Y es que me acuerdo muy bien…

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What things could look like

This is, as you might guess, another story of a boy.

Yet another story.

Yet another boy.

A story of the first online-dating site.

A story of the first “gringo”.

A story of the first homemade garlic bread.

A story of the first time caring first.

A story of the first — this is TMI, okay, I will tell you later.

A story of the first ride

with no brakes.

With no net. No wall. No catch. No warranty. No abuse. No instructional manual. No exit strategy. No pretense. No pelvic pain. No holding back. No feelings. No, wait.

FEELINGS.

A story with a ticket home. My second home.

A story of how I found a third home.

A story of letting go.

A story of novelty. Of novelties (get it? you probably do). Of beginnings.

Of endings that didn’t know they were endings.

A story that had no fucking clue it was a story.

A story that forgot there was a blog waiting for another boy. Another story. Another home. Another road to hit.

A story of a boy. Fun boy, smart boy. Cute boy from upstate, somewhere I had never heard of.

Maybe that was why.

The boy who asks before going forward. The boy who has toys. The boy who watches “The Sweetest Thing” on a second date while his skin melts. The boy who says “fucking” and not “making love”, “pussy” and not “down there”. The boy who uses words. Pretty words. All the words. The boy who is much less afraid than I am.

The boy who

makes cuddling

seem alright.

Hell,

even desirable.

Andnotatallthreateningornauseatingorclaustrophobia-triggeringorcheesyoranythingmorethankeepingwarmandtogetherandjustfuckingcuddling, itsnotabigdeal. Jesus.

The boy who made me.

(gasp) like spooning.

And, on occasion, even mornings.

(I know. What the fuck.)

The boy who made me like feeling vulnerable

like the world was going to end

if I hung up the phone,

if I did not come again,

if I did not let him know.

Another story of a boy.

But really, a story about me.

Because I

I am selfish. It is all about me

Me, me, me.

I am a selfish asshole sometimes.

And a control-freak, as I have been told.

And a rusty emotional rollercoaster that needs some damn maintenance,

by the way.

Also a scared little child with too many fences left to jump.

Also a person. A girl. A selfish person who realized how selfless she could be. A control freak who was okay with losing control. A rollercoaster that seemed to have her shit sort of together for once.

A scared little girl who tends to

run whenever she feels fire

scream whenever a bomb drops

hide behind every shiny new thing

shiny new boy

shiny new escape plan

shiny new ticket home

A scared little girl who is not that scared anymore,

Who feels like jumping

big

jumps.

Another story of this girl

of fences I jumped.

Walls I tore down.

A better idea

of what I want,

of roads to get there.

A better idea of what one can feel

What things could look like

If I just don’t hit the brakes.

If I can just

Not. hit. the. brakes.

Even if I don’t have a plane to catch.

 

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Aroma amargo.

Eres el último trago de café.

Todas mis mañanas, ahí estás. Aun cuando no te pienso, sé que te voy a pensar. Aun cuando no te espero, espero el momento de empezar a esperarte. Porque por ahí estás, mirándome con los ojos cerrados, volteado siempre hacia otra parte.

Lo que más duele no es la indiferencia, sino lo genuino que eres envuelto en ella, pues nunca te toqué como tu me tocaste.

Eres el último trago de café. Todas mis noches. Sé que vas a llegar a mí, como una ola, y que no te voy a querer dejar ir. Pero te vas, cada noche. Yo que me encariño rápido, y tú que te me escapas, gota a gota. Cada noche. Quiero que me dures para siempre, pero no me perteneces, eres por definición transitorio.

Empiezo un nuevo día y vuelvo a esperarte. Mi trago de café.

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Bajo piel

Tal vez nunca te quise prestar demasiada atención por miedosa. Por lo inocente que parecía pero lo peligroso que en algún rincón de mi mente sabía que iba a ser.

Tal vez es mi idea que lo que no se sufre no vale la pena, que lo que llega sin mucho esfuerzo así se va, sin que nadie le haga la pelea. Tal vez es mi idea del amor que es bastante masoquista, que a mi nada me llega fácil, nada debe de serme fácil. Siempre he sido muy sospechosa de las cosas que se dan, pues en mi vida amorosa (que payasada de término a mis 22 años, pero vayamos con él por un momento) no pasa muy seguido.

Y es que tú llegaste muy fácil, en el sentido que ni nos dimos cuenta y ya eramos amigos, ni nos dimos cuenta y ya nos gustábamos, ni nos dimos cuenta y ya eramos algo. Ni nos dimos cuenta y ya estábamos más clavados de lo que jamás pensamos estarlo. Y yo no me di cuenta, pero tu eras esa persona. Sí, tal vez hasta ESA persona.

Si yo me conociera mejor, hubiera podido adivinar. Si me tuviera menos miedo, si nos hubiera dado más chance.

Y como me dijo una amiga, eres la historia que menos cuento, la que mi mente se niega a elaborar en posibles escenarios. Y es que eres la historia que simplemente se dio. Simplemente pasó. También simplemente se fue, como el tren que se fue antes de poder preguntar al conductor a dónde iba. Antes de poderme subir. Y simplemente nunca entendí lo importante que fue, lo grande y lo especial que siempre va a ser. No entendí lo mucho que me dejabas crecer ni por qué lo hacías; lo mucho que yo quería verte volar – no por dejarte ir, sino porque la mejor versión de tí mismo no estaba conmigo. Porque la mejor versión de tí mismo estaba donde tú te animaras a buscar antes de que te encuentren.
No entendí que querer verte sin mi no era no quererte, sino quererte mucho mas a ti que a un nosotros cuyo momento habia pasado.

Y es que muchas cosas nos separan, pero hay un hilo invisible, bajo piel, que nos asegura que el otro sepa dónde estamos, se asegura de que no nos perdamos demasiado.

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Producciones teatrales de mi especialidad

Eramos dos sujetos armados – lo seguimos siendo, creo yo -, en una escena del crimen.

Se abre el telón.

 

 

La línea era vergonzosamente delgada en esos momentos. Nos salimos del libreto.

 

En esta historia ha habido en ocasiones 50 basquetbolistas acostados entre los dos y nuestras respectivas expectativas e intenciones.Ha habido prolongados segundos de estirar y aflojar unas cuerdas que veíamos claramente pero algo dentro de nosotros insistía en negociar los espacios. Hemos también tenido momentos de autopistas paralelas, con barreras delgadas pero fortísimas, blindadas con promesas imposibles de romper. Ha habido de todo, una historia larguísima y de grandes altibajos comprimida en dos años.

 

Pero hubo unos instantes, dentro de unas horas, dentro de unos días de peligro intenso. De tensión e intención absoluta. De un control tan artificial como vulnerable. Control que quería dejarse de mentiras, soltarse el cabello. Unos instantes de querer saber quien eras y quien era yo. No quienes eramos todos los días, sino quienes seríamos en ese momento de decisión, en esos 20 segundos de demente valentía, sin reflectores y sin pretextos. Queríamos quitarnos de esa cuerda floja, de la monotonía de la cual conocíamos bien los males. Y así fue.

Ahora, después del temblor, sigue esa línea delgada, haciéndose más y más delgada, más y más confusa, más y más llena de curiosidad. Hay una razón por la que me mantengo lejos de líneas así de delgadas y me limito a los extremos y los ejemplos claros. La razón es estos días post-trauma en los que te pienso en colores distintos. Y ese no era el plan.