Me encanta la música en vivo. No cualquier música en vivo, no en cualquier momento, pero cuando el momento y la buena música se juntan, UFFF, es de esas cosas que se valoran.
El otro día fui a ver a esta banda, Metric, y justo eso sucedió, al 1000%: el contexto y la banda y las rolas se conjugaron y fueron mis cómplices por completo. Un sentimiento que sólo ha sido superado por aquella tocada de Mystic Valley Band en la que accidentalmente besé a Conor Oberst – de piquito, tampoco se emocionen. (¿No les conté de esa? Pues es que ese momento es tan sabroso que es sólo mío).
Las dos ocasiones han tenido en común: en su época, cada show fue exactamente lo que necesitaba. Cuando necesitaba que un chico lindo de voz temblorosa se compadeciera de mi sombra, Conor lo hizo. Ahora que necesito que una chica sexy e independiente me ayude a estar de pie, a sacudirme al diablo de los hombros como diría otra chica poderosa de la música hipster, Emily lo logró, y con honores. Fue un concierto que me dio muchísima energía, muchísimo girl power, muchísimas buenas vibras.
Me gusta cuando puedo recordar una rola, que la rola me lleve al concierto, y que el concierto me traiga sonrisas de 4 horas seguidas. O mejor aún, que la rola me lleve al concierto que me lleva a su vez a una persona, una situación, un o unos días más soleados.
Eso necesito ahora, días más soleados. Y eso es Metric para mí: días soleados y palabras sabias que escuchar como si fueran secretos. No necesito ni una cosa más.
Aquí les dejo dos rolitas que me super rayan, y me mataron en el concierto 🙂